Devorado por Drácula

La industria del cine fantástico empezó a decaer para la segunda mitad de los cuarenta y las películas de terror comenzaron a ser consideradas como cine serie B, es decir, poco serias y de baja calidad. Lugosi nunca pudo quitarse la sombra de su personaje por excelencia: la figura de Drácula lo persiguió hasta su muerte. Los directores y productores no podían concebir a Bela sin su capa y colmillos, por lo que el actor húngaro tuvo que aceptar películas infames, como las de Monogram Pictures: El murciélago diabólico o El fantasma invisible, e incluso parodias de sus propios éxitos cinematográficos que lo fueron hundiendo dolorosamente en el ridículo y en el descrédito: Zombies on Broadway (1945), Abbot and Costello meet Frankestein (1948), Bela Lugosi meets a Brooklyn Gorilla (1952).

 
La estabilidad emocional y psíquica de Bela Lugosi empezó a fracturarse en esos años de desasosiego para los otrora cimentadores del cine de monstruos. Completamente olvidado por la industria cinematográfica, se volvió adicto a la morfina, era frecuentemente internado en hospitales de beneficencia como el Hospital Metropolitano de Los Ángeles; actuaba en centros nocturnos de quinta categoría y poco a poco fue cayendo en la miseria absoluta. Además, Bela asumió la personalidad del vampiro como propia, se creía la reencarnación de Drácula, vestía de smoking y capa, dormía en ataúdes, incluso llegó a beber sangre humana.
Bela Lugosi murió el 16 de agosto de 1956 de un ataque al corazón. Su tumba se halla en el Holy Cross Cementery de Los Ángeles, California. Por deseo propio, se le enterró con su adorada capa negra forrada de satín rojo, como bien le correspondía al más elegante vampiro de toda la historia del séptimo arte.